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Libro 1

Capitulo 1

-No todo está perdido- dijo el capitán mientras saltaba por la borda। Si hubieran visto la cara de los marineros, todos en silencio y paralizados envueltos en un contexto que emanaba violencia y preocupación, todos mirando el cuadro de su capitán arrojándose a las cálidas pero peligrosas aguas del Pacífico. Y yo era uno de ellos que con el sable en la mano había quedado como para la foto “cashual” así, inanimado. Cuando la silueta de nuestro líder desapareció bajo la baranda del Sumenage un grito cortó la escena con el llamado de: -Capitán que hacemos!!!? No hubo respuesta pero el llamado a instrucciones generó en mi la mas predecible pregunta y comencé a mirar a mi alrededor intentando encontrar los ojos que dieran la nueva iniciativa, pero pronto descubrí que esos ojos solo los vería en el espejo y aunque antes de que la sorpresa fluyera había intentado emitir una respuesta a tan pesado compromiso, esta no fue necesaria ya que uno de los tentáculos arremetió contra el mástil mayor generando un estruendo ensordecedor que perturbó mi percepción del mundo por unos momentos. De los 24 hombres que quedaban a bordo, 2 fueron arrastrados por las sogas unidas al mástil mayor que en este momento reposa en el fondo del lecho marino, 3 fueron devorados directamente por la bestia y 3 fueron retorcidos por los tentáculos mientras que en un intento desesperado de contraataque arremetían con sus lanzas contra las mismas extremidades en las que encontrarían la muerte instantes después. El segundo golpe del enemigo fue en la proa, la cual se astilló debajo de las ventosas a medida que el tentáculo entraba de nuevo al mar. La embarcación se tambaleó hacia delante en forma abrupta mientras ¼ del barco se pulverizó bajo el implacable poder del calamar y luego, cuando el golpe cesó se bamboleo violentamente hacia atrás arrojándome contra la puerta que se encontraba debajo del puente, esta puerta era la del camarote privado del capitán. En ese momento recordé la noche anterior, cuando cenando con él contemplaba las estrellas a través de los grandes ventanales situados en la popa del Sumenage. Entonces, cargándome de liderazgo grité- Síganme!!! E intenté abrir la puerta pero ante mi sorpresa estaba trabada debido a que la estructura del barco había sido violentada y ahora el arco de la puerta estaba torcido, lo que presionaba la hoja y la inutilizaba, tuve que saltar a un lado para no morir bajo el hachazo que uno de los marineros en pleno ataque de pánico le propiciaba a la hoja de la puerta. Desde el piso pude ver como mientras mi compañero corría con el hacha sobre su cabeza, el calamar dirigía su mirada hacia él y extendiendo un tentáculo lo dejaba caer sobre todo el barco trazando un línea recta que pasaba por la bendita puerta. Inmediatamente después de que el hacha impactara en su blanco el tentáculo hacia victima al marino que entre gritos desesperados era arrastrado hacia la ya inexistente proa y luego a su último destino, el calamar. Luego de que este melodramático cuadro pasó, fije mi atención nuevamente en la puerta y ahí encontré que el hacha había quedado trabada en la hoja luego de tan violenta arremetida. Tomándola con las dos manos logré librarla de su opresor y comencé a hachar intentando abrir una vía de escape hacia la popa; en ese ínterin 3 marinos más corrieron similar suerte que la del hachero kamikaze y aunque logré mi objetivo aún me cuestiono si fue buena idea, ya que una vez abierta la brecha me escabullí dentro, echo que la bestia no paso por alto, y enfurecida comenzó a intentar meter uno de sus tentáculos lo cual destrozó la puerta y parte de la pared, pero al no alcanzarme retiró su miembro y estalló en cólera, la cual transmitió destrozando el barco con múltiples ataques. Mientras contemplaba la escena a través del agujero enorme que había dejado el tentáculo, los once marinos que quedaban se metieron en el camarote del capitán y se me unieron a presenciar el espectáculo maquiavélico. Unos segundos después el futuro naufragio se volcó hacia un lado arrojándonos a todos hacia la esquina y luego comenzó a hundirse por la proa, lo que empinó la popa y nos obligó a pararnos sobre la pared. El hundimiento no duro mucho, el agua empezó a entrar por el agujero que nos había salvado la vida segundos antes y nos elevó hacia los ahora destruidos majestuosos ventanales de popa, mientras nos elevábamos me aferré a una mesa ratona de roble y de esta manera me vi a la deriva una vez que el barco nos dejó atrás- en este punto déjenme decirles que el famoso efecto de succión no surtió efecto con nosotros, ya que los doce logramos quedar a flote- una vez que el barco dejó solo burbujas en la superficie como señal de su paso por este mundo, el calamar de doce metros de altura calmó su furia y se perdió en las profundidades. Mientras los marinos se peleaban por los muebles les ordené que se sacaran las camisas y se ataran entre sí con ellas, de esta manera quedamos a la deriva hasta entrar en ese lapso de tiempo en que no se sabe como uno aparece en una isla. Una isla como Tonga….


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